Imposible entender el proceso de romanización sin hacer referencia a la importancia que tuvo el espectáculo de las luchas gladiatorias. Esta manifestación se universalizó a todas las provincias del imperio.

También en Hispania la gladiatura gozó del interés de la población indígena. Quizás porque ya era práctica habitual de hispanos el resolver conflictos de autoridad, el honrar a sus divinidades o el prestigiar el funeral de grandes personalidades mediante combates agonísticos.

Sirvan como evidencias de lo dicho el famoso combate entre Corvus y Orsua en la múnera que Escipión organizó en Carthago Nova en el 206 a.C.1, los reconocidos vasos de los guerreros de Lliria, de Numancia, de la Serreta o de Archena o los combates de 200 lusitanos, ambactos del heroizado caudillo Viriato, durante los actos de su funeral2.

En Hispania, una tupida red de anfiteatros, fueron el lugar prioritario para las celebraciones del espectáculo de las luchas gladiatorias. La realización regularizada de estas múneras, y los movimientos a modo de circuitos itinerantes de grandes compañías, sirvió para favorecer un ambiente propicio para la expansión del espectáculo y a la incorporación, voluntaria o impuesta, de multitud de hispanos a las escuelas gladiatorias.

En la separata: Semblanza de los profesionales de los espectáculos. Ceballos Hornero3 afirma “la mitad de los gladiadores documentados en la península, eran de origen de fuera de ella”.

Después de esta rotunda, y lógica, referencia y en base al estudio de los epitafios de las lápidas funerarias recuperadas, tanto en Hispania como en el resto del imperio, se puede constatar la existencia de 5 gladiadores hispanos:

Quintus Vettius Gracilis, enterrado en Nimes.

Traex Sagitta, enterrado en Córdoba.
Smaradigus, enterrado en Brescia.
M.Ulpius Aracinthus, enterrado en Roma

Un ignoto (nomen nescio) de origen bético, enterrado en Pompeya.

Esta tan escas referencia de gladiadores hispanos, que choca con la afirmación anterior, es fácilmente explicable. De las 111 lápidas gladiatorias estudiadas, la patria de origen solamente figura en el 35% de los epitafios. ¿Acaso porque el resto fuese de gladiadores oriundos del lugar donde fueron enterrados?4

Los datos que aportan las lápidas tienen una cierta uniformidad. Habitualmente llevan impresa: Fórmula inicial / Armatura / Nombre / Escuela / Nacion / Edad / Dedicante / Fórmula final.

La NATIO (patria) era, al igual que el ludus, un distintivo del gladiador. Siempre el adjetivo gentilicio en nominativo y precedido por el ablativo NATIONE o el sincopado NAT.

Lo dicho, solamente hay 5 referencias de gladiadores en los que se confirma un origen hispánico pero, atendiendo al argumentario anterior el censo se debe considerar más amplio, y para ello, en primer lugar, vamos a tomar las lápidas aparecidas en el entorno del anfiteatro de Córdoba. En varias, no figura la inscripción de su lugar de origen: Satur, Bassus, Actius, Alipus…, por exclusión también podrían llegar a ser considerados de origen hispano.

Atendiendo a otro lapidario y a citas iconográficas y literarias, hay que referir otros como: Casius Victorianus, en Mérida; Nummius Didymus, en Tarraco; T.Flavius Expeditus, en Segóbriga; Lorigatus y Antonius, en Calahorra y Berillus en Ondara.

También, por lo excepcional del formato, al conocerse a través de una Tessera gladiatoria, el beduniense Borea5.

A parte de todo lo ya citado, y para conjeturar la lógica existencia de un gran número de anónimos gladiadores hispanos que no dejaron huella, hay que hacer otra consideración. La de la existencia del Ludus Hisspanianus que estuvo supervisado por un procurador imperia, L. Didius Marinus, que también era responsable de las escuelas provinciales de las Galias, Bretaña y Germania. Otros con similar cometido fueron Dion y Celer.

Tabién referir la cita de Tácito6, en la que narra que Otón utilizó una tropa gladiatoria, con un lógico contingente lusitano, en su enfrentamiento contra Vitelio. Fueron dirigidos por el procurador Flavio Sabino.

A más abundamiento, la existencia de escuelas privadas como el Ludus Paulianus, hacen suponer que gran parte de su orla de combatientes fuesen oriundos de las provincias hispánicas.

Por todo lo expuesto, hay que suponer que el escaso número de gladiadores hispánicos confirmados por citas epigráficas, iconográficas o literarias, tuvo que existir una importante aportación combatientes para las arenas peninsulares.


NOTAS:

1Tito Livio, Ab Urbe Conditia 28·21

2Apiano, Historia de Roma, Sobre Iberia 75, y Diodoro Sículo, Biblioteca Histórica, 33·21

3Ceballos Hornero, A. (2002) “Semblanza de los profesionales de los espectáculos”. En : Catálogo de la Exposición Rudi Romani, Mérida, Museo Nacional del Arte Romano.

4Ceballos Hornero, A. (2003) Epitafios latinos de gladiadores en el occidente romano; Vleia n.º 20 pp. 315-330

5Actualmente en el Museo Arqueológico Nacional, en Madrid.

6Tácito, Historias, 2·11


Imagen de cabecera: Hispania en la tábula Peutingeriana                               Fuente:  http://www.mifami.org/eLibrary/PeutingerMapLabels-7.6MB.jpg