No hace ni 24 horas que llegué de Roma, y aún no me lo creo… voy intentar contaros una de las experiencias más intensas a día hoy. No la más, pues esa fue mi «despertar» gladiatorio en Cividate Camuno, hace ya unos años, pero si en el TOP 3. Vamos a ello.
Hace una semana y un día, os contaba por aquí que me había enterado de que por primera vez en la historia desde tiempos romanos, se abría el espacio del coliseo a los gladiadores. La verdad es que nada más enterarme, mi cabeza decidió ir, al principio en calidad de espectador, que ya era bastante. Iba a presenciar como los gladiadores volvían a aquella arena sacra, y no unos cualesquiera, si no mis referentes y mentores: Ars Dimicandi. No pude sino sentir alegría por ellos. Creedme que el corazón me iba a mil ya en aquel momento.
Aprovechando la confianza, directamente contacté a Darío, con la esperanza de que nos dejase formar parte de tan mágica jornada, teniendo la gran suerte y el gran honor, de que contaran con nosotros. No como luchadores, quiero dejarlo claro para evitar malas interpretaciones, pero si como parte del evento. Y esto amigos, fue uno de los mejores regalos que me han hecho en la vida (sin querer despreciar a nadie).
Lo primero que hice después de esa pequeña reunión, fue intentar reunir al núcleo de Lucius, aquellos que me acompañan desde el principio, pues era un momento especial, que quería compartir con ellos, con aquellos que no solo viven la gladiatura, si no que la sienten. Lamentablemente no todos pudieron asistir, pero de los 4 gladiadores (y no uso la palabra recreadores a conciencia, sino gladiador) que Lucius ha conseguido despertar, dos pudieron acompañarme en esta maravillosa aventura. Adrián, cuando leas esto, que se que lo harás, echamos mucho en falta tu presencia, pero en cierto modo, estuviste allí con nosotros, lo sentimos y lo sentiste.
Una vez conseguidos mis hermanos de batalla para el viaje, tocó romperse la cabeza con combinaciones de vuelos, hoteles y gastos varios, pero esto aquí no nos interesa. Pasados estos trámites y el tiempo (con algunas noches sin dormir de la emoción, con el corazón en un puño), al final llegamos a Roma, descansamos lo que pudimos, y al Coliseo que nos dirigimos. Fue un reencuentro emotivo ciertamente, pues a algunos hermanos italianos, hacía años que no los veía, otros menos, pero siempre es un regalo gozar de la compañía de AD.
Como dije al principio, no luchamos, pero el solo hecho de ver que alguien con quien compartes esta filosofía de vida, esta espiritualidad (porque esto es lo que la gladiatura supone para nosotros) puede cumplir el sueño de luchar en un terreno sacro como en esta ocasión, conmueve el corazón, sin duda. No voy a engañar a nadie diciendo que no les tuve envidia (sana) y que querría haber estado en la piel de los que allí lucharon, pero no era mi momento (que llegará, no es algo que espere, es algo que sé), pero la felicidad y la alegría que sentí por ellos, y lo que me permitieron vivenciar compartiendo espacio, y pudiendo ver ese sueño hecho realidad para gente que aprecio enormemente, ha sido de las mejores experiencias vitales que he tenido. Habrá a quien le suene exagerado, pero quizá eso sirva para dar entender lo mucho que significa para mi esto.
Cierto es que en principio esperábamos que las luchas fueran al interior del Coliseo, y fueron al exterior, a pocos metros de este este edificio que para nosotros es el ombligo del mundo, pero eso no dejó de conmovernos y, al mismo tiempo, motivarnos y darnos propósito futuro porque, querido lector, estoy convencido de que esto, solo ha sido un primer paso de algo mucho, pero mucho más grande.
Como me enseñaron mis mentores: Ad Maiora.
Quiero terminar esta pequeña crónica relatándoos uno de los momentos más mágicos que viví este fin de semana. No fueron las luchas, por muy impresionantes y emotivas que estas fueran, y es que previo al evento en si, cerraron un área del coliseo solo para nosotros, donde pudimos estar casi 2 horas a nuestro aire. Los momentos de concentración previa, el vivir a través de otros esos momentos de preparación y de autosugestión, la unión especial que tienen los chicos y chicas de Ars Dimicandi, los rezos a Hércules que hacer de forma conjunta, y el silencio previo a la salida de la Pompa…ha sido, como digo mágico. No os miento si os digo que me costó mantener las lágrimas dentro y que los pelos del cuerpo se me erizaron, sintiendo la presencia de los gladiadores que en su día dieron allí la vida, mientras yo mismo, con ojos cerrados, en uno de los pasillos del anfiteatro de la capital del mundo, tocaba las paredes en completo silencio.
Parece casi irónico que este momento mientras nos preparábamos para salir del Coliseo, pero yo sentía que estábamos entrando en el corazón del mismo, física y espiritualmente. Es un recuerdo que llevo grabado, y que nada puede pagar. Sé que los gladiadores que estuvieron allí conmigo (no solo los que lucharon), sintieron lo mismo. Es una extraña comunión de la cual no puedo sentir más que orgullo de formar parte, por que como hablamos allí varios de los presentes, un gladiador no está en la lucha, eso se aprende, un gladiador está en la cabeza y en el corazón y, aunque todo el mundo tienen una chispa dentro en este sentido, no todo el mundo es capaz de despertarla y convertirla en el fuego que da el calor al que estas emociones acuden a manifestarse.
No puedo más que sentir gratitud con todos aquellos que de una u otra manera han hecho posible que vivenciase todo esto, y a todos aquellos que me acompañaron, ya fuera físicamente o espiritualmente. Gracias, de todo corazón.