Munus

El valor educativo del munus

Por muy paradójico que pueda parecernos hoy, juzgando desde los valores de nuestra sociedad occidental de principios del siglo XXI, los romanos consideraban que el combate de gladiadores ( munus o gladiatura) tenía un valor educativo. Esto es lógico, pues ya que la gladiatura era un deporte de combate con armas, los valores que requería para su práctica (coraje, desprecio de la muerte, etc.) coincidían con los valores de una sociedad militarista cuya actividad principal era la guerra, como era la sociedad romana.
La gladiatura era educativa a un doble nivel: para el que la practicaba (el gladiador) y para el que la contemplaba (el espectador). Ya que no estaba bien visto que los ciudadanos practicaran la gladiatura (en la arena), está claro que la faceta educativa de la gladiatura que afectaba el espectador era la que más importaba.
A un nivel básico, está claro que como combate con armas que era, la gladiatura enseñaba al espectador la realidad de ese tipo de combate, es decir, lo que ocurría en el campo de batalla, algo que en esa sociedad militarista se consideraba importante que conocieran los ciudadanos (para inspirarles a hacerse soldados, a respetar lo que los soldados hacían en el campo de batalla, y a no ablandarse en tiempos de paz).
Esa función o valor educativo de la gladiatura parece que estuvo presente desde el primer momento en que se decidió ofrecer combates de gladiadores como entretenimiento y espectáculo público, y parece que fue incluso uno de los motivos principales por los que se tomó esa decisión (i.e. se decidió hacer de la gladiatura un espectáculo público porque era educativa para los espectadores).

ENODIO, Panegyricus dictus regi Theoderico, 19: “Rutilio y Manlio [los cónsules del año 105 aC], con acertada previsión, dieron al pueblo una lucha gladiatoria, para que en esa duradera paz [en la que vivían] la plebe, desde las gradas, pudiera conocer lo que ocurre en la batalla”.

En efecto, en aquella época (finales del siglo II aC), salvo por representaciones visuales como mosaicos, relieves o frescos, los habitantes de Roma no tenían manera de poder ver qué era lo que ocurría en los campos de batalla, bastante alejados ya para esa época de Roma, por lo que se entiende que hubiera interés por ver un espectáculo que ofrecía de modo real combates con armas.

Ese reconocimiento del valor educativo de la gladiatura (que ya hemos visto que se dio desde el principio de esta como espectáculo público) fue evolucionando con el tiempo, siendo los intelectuales los que profundizarían en la cuestión, identificando y analizando los muchos otros valores positivos de la gladiatura.
El primer intelectual que manifestó su opinión al respecto fue Cicerón, que hacia el 45 aC (en Tusculanae disputationes¹) consideraba que la gladiatura tenía dos aspectos positivos:
1. El entrenamiento gladiatorio: Cicerón alaba la capacidad que ese entrenamiento tenía para convertir a individuos despreciables en hombres disciplinados cuando luchaban sobre la arena. Eso era un gran ejemplo pedagógico según Cicerón, pues mostraba que si un infame podía ser transformado en un ser tan disciplinado, simplemente con entrenamiento, qué no podía lograr un hombre honrado (“nacido para la gloria”) mediante un entrenamiento adecuado.
2. Enseñaba a comportarse ante el dolor y la muerte: Dice Cicerón que un espectáculo gladiatorio era la mejor lección contra el dolor y la muerte que podía ofrecerse a los ojos (i.e. la mejor lección que podía verse).

Evidentemente, convertir a un hombre (de cualquier extracción) en un luchador disciplinado mediante el entrenamiento, y aprender a comportarse ante el dolor y la muerte, eran cuestiones importantes en una sociedad militarista, como la romana, por lo que entendemos que Cicerón viera como positivos esos aspectos de la gladiatura.

El segundo autor que de un modo más destacado celebra los valores de la gladiatura es Séneca, quien a mediados del siglo I dC escribe que ver a los gladiadores luchar sin temer a la muerte es un gran ejemplo, pues de igual modo debemos nosotros conducir nuestras vidas, sin temor a morir (ya que –concreta Séneca– “quien vive con miedo a la muerte jamás hará hazaña de varón vivo”). Finalmente, cuando nos llegue la hora de morir, dice Séneca que hay que hacerlo como los gladiadores en la arena, aceptándolo con valentía².

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Como vemos, Séneca ya no se refiere al aspecto del entrenamiento, como Cicerón, centrándose únicamente en el aspecto del ejemplo que la gladiatura ofrecía al espectador (a quien la contemplaba): al igual que Cicerón, Séneca coincide en señalar que la gladiatura enseñaba al espectador a comportarse ante la muerte (enseñaba los valores de coraje y desprecio por la muerte que exhibían los gladiadores).

El tercer autor que de manera más relevante ensalza los valores de la gladiatura es Plinio el Joven, quien en 100 dC dice que ver un espectáculo gladiatorio incita a sufrir gloriosas heridas y a despreciar la muerte, de nuevo la misma lectura que ya habían hecho Cicerón y Séneca antes que él. Especifica además Plinio que ese tipo de espectáculo (el gladiatorio) no es como otros, que son “afeminados”, “blandos”, y que pueden “debilitar el vigor del hombre” (en referencia a los espectáculos teatrales, aunque no los menciona expresamente)³.

Como vemos, el valor más positivo que los intelectuales reconocían en la gladiatura –en la contemplación de ese espectáculo– era que enseñaba al espectador cómo comportarse ante el dolor y la muerte, dos realidades habituales en aquella época, especialmente para los soldados, base de aquella sociedad. Esa actitud o comportamiento que había que tener ante esas dos realidades era no mostrar miedo, sino afrontarlas o recibirlas con valentía (“animose recipis” que dice Séneca), lo cual era calificado como “honorable”:

CICERÓN, Philippicae, 3.14.35: “quod gladiatores nobiles faciunt, ut honeste decumbant, faciamus nos”.
(como hacen los gladiadores nobles, que caen con honor, hagamos nosotros [lo mismo])

Para saber más sobre el valor educativo del munus, consultar el capítulo homónimo de mi libro Gladiadores: el gran espectáculo de Roma (edición 2018, páginas 241-242). También puede verse lo que digo al respecto en el documental “Gladiadores”⁴, y en la entrevista que me hace el Ciudadano García en su programa Mitos del deporte⁵, que se emite esta madrugada del 22 de junio de 2:00 a 3:00.

 


NOTAS:

1 Cicerón, Tusculanae disputationes, 2.41.

2 Séneca, De Tranquillitate Animi, 11.4-6.

Plinio el Joven, Panegyricus, 33.1.

Arqueomanía especial gladiadores

5 Programa mitos del deporte

 


Imagen de cabecera: desarrollo de un munus. Dibujo de Borja Mirón Chaos, ilustrador del proyecto Lucius Spiculus