Vamos a hablar hoy de la procedencia de los gladiadores, de un caso concreto que quizá sea totalmente ignorado en el imaginario colectivo, estando solo presente en aquellos que han leído y profundizado en el tema: los auctorati,o gladiadores “voluntarios”.

Antes de entrar en detalle con esta figura, creo oportuno explicar previamente un poco el contexto. Las escuelas de gladiadores se nutrían de candidatos de diversas fuentes, la más conocida por ser muy extendido como estereotipo de Hollywood son los esclavos, y es que son una realidad histórica (pero no la única como se nos pretende hacer ver), pero también se nutría de criminales y de voluntarios.

Durante la era republicana y principios del imperio, la fuente más común eran prisioneros de guerra convertidos en esclavos. Lo tenían todo, la condición física y las aptitudes de combate. Pero no todos los esclavos eran antiguos guerreros, también había propietarios de esclavos “no guerreros” que se deshacían de ellos en los ludus para sacarles un dinero.

Otra fuente para los ludus, fueron los criminales. La cárcel en la época romana, no estaba pensada como hoy día en muchos países del primer mundo, es decir, como un lugar donde poder condenar a un delincuente y reformarlo para su reinserción en la sociedad, si no como un mero lugar donde custodiar al delincuente entre que se le arrestaba hasta que se decidía su castigo1. Bien, pues uno de estos castigos era el “damnatio ad ludum” que en resumen, venía a ser que se condenaba al preso a servir como gladiador en un ludus durante un período del tiempo, al que si sobrevivía, podría volver a ser libre. No debemos confundirlo aquí con la “damnatio ad gladium” que eran condenados a morir en la arena, donde les podía dar un arma y enfrentarlos a gladiadores, pero con la obligatoriedad de acabar muertos en ese combate, esos no eran considerados gladiadores,.

Por último tenemos a los auctorati, que como introducción, podemos describirlos como personas que, por propia voluntad, se convertían en gladiadores, acordando un contrato con el ludus al que pasarían a formar parte durante un determinado tiempo. Pero es un tema que da para mucho más, y del que hablaremos con calma. Al lío:

Lo primero que puede llegarnos como duda a la cabeza es ¿qué llevaba a alguien a jugarse la vida y marcarse voluntariamente con la infamia? Pues tenemos razones de varios tipos:

-Por ganar fama y gloria: recordemos que eran admirados (aún siendo infames) como lo son actualmente los deportistas de élite.

-Para saldar deudas: a veces podían verse envueltos en tales problemas económicos, que se “vendían” voluntariamente a un ludus, para ganar dinero a raíz de sus combates y salir de este problema.

-Para mejorar su vida: puede ser que por diferentes motivos la vida no les fuese demasiado bien, y en el ludus el alojamiento y la comida diaria estaban garantizados entre combate y combate.

¿Y como era el proceso para convertirse en auctoratus? Pues básicamente se hacía un “contrato de trabajo” que en palabras de Alfonso Mañas2 quedaría explicado así: cualquier voluntario debía presentarse ante un tribuno de la plebe, que levantaría acta de esta decisión. Podía en ese momento adscribirse a algún lanista en concreto o “alquilarse” solo por un combate, yendo por cuenta propia. Sea como fuere, en ambos casos haría falta que el tribuno considerase apto al candidato (por causas como ser viejo, débil o, en algunos casos, pertenecer a clases altas, como la senatorial), una vez hecho esto, se especificaban los detalles (datos del nuevo gladiador y su salario, por ejemplo) y el nuevo gladiador pasaría a prestar el famoso juramento que daba fin a ese proceso de reclutamiento: “uri, vinciri, verberari, ferroque necare”3 que traducido viene a significar “ soportaré ser quemado, encadenado, golpeado y muerto por la espada”. Ahí es nada…

A nivel jurídico, este contrato, llamado “auctoramentum” es bastante curioso. Se sabe a día de hoy, que no era exclusivo del mundo gladiatorio, y que vendría a ser como un contrato por obra y servicio moderno4, aunque a partir del siglo I de nuestra era, la única variante que sobrevive de ese contrato es la gladiatoria (depugnadi causa), que también llegó a estar relacionada con la vinculación de tropas mercenarias al ejército en algunos períodos tempranos5 y a la jerga militar del imperio tardío6.

El tema es que una persona que pronunciaba el auctoramentun, inmediatamente perdía la capacidad y derecho de presentarse a candidaturas públicas, teniendo en cuenta las limitaciones del Derecho Público, a las cuales se sumarían otras del Derecho Privado como, entre otras, no poder ser testigo en juicios, contratos o testamentos, ni tampoco ser representado o representante en juicios7. A lo que había que sumarle la propia marca de la infamia (aunque en algunos casos podía ser evitada, por ejemplo, cuando luchaba solo por demostrar sus habilidades, virtutis causa8, sin recibir dinero por ello).

No obstante, esto que hemos hablado es a nivel jurídico, ya que a nivel social era otro cantar. Los gladiadores auctorati eran los más valorados y mejor pagados, teniendo numerosos testimonios de su fama e incluso, la dificultad en algunos momentos para poder ofrecer un espectáculo de esta tipología9. Es más, podemos extraer de la ostentación de la categoría de gladiador en las lápidas que nos han llegado a día de hoy, de que ser gladiador a nivel social al menos, no era nada que esconder, si no todo lo contrario, algo de lo que presumir, siendo las letras que especificaban esta condición en muchos casos las de mayor tamaño de todo el epitafio. La rica elaboración de estas lápidas, también hace constar el poder económico de sus “usuarios” ya que no era algo que todo el mundo se pudiese permitir. En resumen: la infamia y las condiciones derivadas del auctoramentum que se “imponían” a nivel jurídico, se veían ampliamente superadas por la tremenda popularidad a nivel social social y respaldo económico que obtenían este tipo de gladiadores.


Notas:

1“Conclusiones”: La administración penitenciaria en el derecho romano. Gestión, tratamiento de los reclusos y mejora de la custodia carcelaria. José Luis Zamora Manzano, primera edición, Dykinson, Madrid, 2015 pp.165-174

2Mañas, A.; (2018) Gladiadores: el gran espectáculo de Roma, Ariel Historia, Barcelona, pp. 187-188

3Petronio, Satiricon 117

4Castillo Sanz, F.J.; (2012) El auctoratus: controversia entre libertad e infamia, Universidad de Alcalá, Antesteria nº1, pp. 155-156

5Momsen, Th, (1994), Gesammelte Schriften Vol.III, Epigrafische und numismatische schriften, Zurich, Weldman, p.526, nota 5.

6Codex Theodosianus, 9·35·1

7Castillo Sanz, F.J.; (2012) El auctoratus: controversia entre libertad e infamia, Universidad de Alcalá, Antesteria nº1, p. 159

8Justinianio, Digesto 11·5·2·2

9Símaco, Epístolas 2·46·3