Este pasado sábado estuvimos en la colección Museográfica de Gilena, en su VIII edición de su evento Castra Legionis, al que acudimos por segunda vez. En esta ocasión, y por suerte pudimos acudir mas miembros del grupo y sin estar lesionados, como nos ocurrió en la primera edición y que nos limitó a dar conferencias y no poder ofrecer ningún combate o actividad divulgativa más allá de las ya mencionadas ponencias.
No obstante, desde la anterior edición a esta (2 años entre una y otra) muchas cosas han pasado en nuestro fuero interno, hemos evolucionado como gladiadores, como grupo y como personas, y el producto final que hemos podido ofrecer estaba mucho más refinado. Como primera actividad, tuvimos una charla en la que explicamos el mundo funerario en la antigüedad, desde el 1300 a.C. hasta el 264 a.C., a través de los combates singulares, como una cierta contextualización de lo que haríamos a la noche: nuestro munus.
Todo pasa por algo, y esa experiencia extra y el camino que hemos recorrido desde entonces nos permitió llevar a Gilena un ritual con todas las palabras, ya que no era una mera representación o acto divulgativo, sin quitarle importancia a estas dos acciones, si no un rito en si mismo, por que así lo vivimos y así buscamos hacerlo ver nosotros. Tras una genial introducción teatralizada de nuestro mejor locutor, Juan Tranche, y una contextualización de estos duelos por parte de un servidor (Javi), vino el plato principal, la lucha que ofreció Caesus contra dos de sus compañeros, Barbaricus y Hermes, apoyados por la asistencia como suma de Calidius, uno de los gladiadores veteranos con los que arrancó este proyecto.
Como digo, esta lucha era un ritual serio, y así lo hicimos saber al público. Los golpes, reales como la vida misma, buscaban hacer sufrir a nuestro Titano, y hacerle caer, para que él, como ofrenda hacia sus difuntos y el de todo aquel que allí estuviera que quisiese abrirse a esta experiencia, se volviese a levantar para seguir sufriendo. Quizá hoy en día no hagamos luchas con espadas con filo o punta, quizá no sangremos tanto ni tan a menudo como en la antigüedad, pero el espíritu de la lucha y de esta como ofrenda, sigue presente. La lluvia, que apareció de nuevo (por tercer evento consecutivo) para desafiarnos y poner a prueba nuestra voluntad de ofrenda, cesó en el momento en el que el sufrimiento de Caesus comenzó, como señal de que aquellos que nos miraban aprobaron lo que allí se estaba haciendo.
Todo aquel que estuvo presente, y que se abrió lo suficiente como para estar en comunión con los suyos a través de nosotros, sabe que vivió un momento muy especial, al igual que lo vivimos nosotros. Así nos lo hizo saber una parte importante del público, del cual nos llevamos mensajes esperanzadores para este trabajo que llevamos tiempo realizando. La emoción salió a flor de piel, y las lágrimas acompañaron a muchos.
No me queda mucho más que decir, sobre nuestra participación en el evento. Darles las gracias a los chicos de la Colección Museográfica por contar de nuevo con nosotros, al público presente por su cariño y su respeto, palpable en el ambiente que generaron (elemento imprescindible para que el rito se lleve a cabo), un gracias muy especial a Pablo y a Ramón, dos guerreros de fuera de nuestro grupo, que aparecieron en momento de necesidad para apoyarnos a rendir culto a nuestros ancestros. Nada es casual, y que aparecierais cuando todo el mundo desaparecía por la lluvia no ha sido algo casual. Los Dioses nos cruzaron en el camino, algo por lo que me siento muy agradecido. Todo Lucius os honra con su respeto. Por último y por ello lo más importante para mi, a Caesus, por su lucha, y por todo lo que hay detrás de ella, un gran sacrificio, que no solo se mide por lo físico demostrado en aquella arena, si no por todo lo que hay detrás. Gracias Titano.