Recién llegados de esta nueva entrega del evento Segisama Julia, celebrado en Sasamón, me siento para contaros lo vivido este fin de semana (ayer, concretamente), por que parece que este año, va de lluvia la cosa.
Como de costumbre el primer fin de semana de septiembre (aunque este año, también es el último de agosto) desde hace 3 años, una delegación de los gladiadores de Lucius Spiculus, acude a su cita en Sasamón, un pueblo que destaca por la calidez de su público. Este año quizá sea de los que menos pudimos ir, por avatares de la vida (lesiones y situaciones personales), pero sin duda uno ciertamente especial. Especial por dos motivos.
El primero de ellos, y ya preparado de antemano, ha sido el sacrificio personal que Barbaricus llevó a cabo durante el evento. El año pasado encarnó el papel de héroe al hacer varios combates seguidos, para demostrar al pueblo de Sasamón el concepto de ofrenda de sufrimiento que llevamos a cabo en casi todos los combates de Lucius (todos, salvo aquellos que tienen un fin puramente didáctico en cuanto a explicar técnicas o diferencias entre armaturas). Y este año, ha vuelto a repetir, pero enfrentándose simultáneamente a dos gladiadores que se darían relevo en la lucha para no darle tregua a Barbaricus. Sin duda, un momento de ofrenda muy particular, que realzó de nuevo a Barbaricus como héroe redimido a través de su esfuerzo, ante un público que ya le ha cogido cariño por sus sucesivas gestas.
El segundo de estos detalles especiales fue la sucesión de pequeñas catástrofes y la remontada de estas y que os narraré lo mejor que pueda. Es bueno poner en contexto que esta fiesta se saca adelante desde una asociación del propio Sasamón, que se desvive todo el año con trabajo de voluntariado local para sacarla adelante. Había aviso de lluvia, ciertamente era esperada, pero lo que nos encontramos allí fue un temporal de los gordos. Mientras estábamos comiendo, los dioses cargaron contra esta localidad con viento poderoso y lluvia torrencial, hasta tal punto, que varios de los presentes tuvimos que literalmente colgarnos de las carpas que nos daban cobijo para que estas no salieran volando.
Todo eran risas, algunas nerviosas, hasta que nos acercamos desde la zona de comidas al centro del pueblo, donde estaban mercaderes y recreadores. Por el camino nos topamos con dos de las organizadores, que lloraban de impotencia. Era un aviso de lo que nos íbamos a encontrar: los puestos de la gran mayoría de mercaderes literalmente arrasados (estructuras de puesto rotas, mercancía arruinada…) y la zona de recreadores igualmente arrasada (material totalmente roto, como tiendas rasgadas o material sensible completamente empapado o desteñido). La idea general era recoger todo en medio de la calma que seguramente precedería a otra embestida de los dioses y cancelar toda la actividad del día.
Si algo nos gusta en Lucius, es un reto. La semana anterior en Soria parecía habernos preparado y entrenado para esta tormenta, por que aunque en la Vulcanalia llovió (y llovió bien) nada comparable a lo de Segisama Julia. Una vez echada una mano a la gente que allí tenía lo suyo montado (una gran ventaja del mundo gladiatorio, es la de no tener necesidad de montar), avisamos a la organización de que, por nuestra parte, salvo caída de rayos (por aquello de ir envueltos en metal), seguiríamos adelante y, como si un contrato hubiese entre gladiadores y Sasamón, a la hora indicada para nuestra actividad, todo el mundo hizo un esfuerzo por levantar el ánimo y resucitar la fiesta. Esto pareció agradar a los dioses, que aquellos mismos que destrozaron todo, recompensaron el ánimo recobrado con una tregua que duraría ya el resto del día.
Puede que leerlo quite magnitud, para bien y para mal, a estas palabras, pero los allí congregados, sin duda, lo vivieron con intensidad.
La semana que viene nos toca acudir a Gilena ¿habrán quedado los dioses contentos con nuestros esfuerzos bajo la lluvia? Esperemos que si.
Hasta la próxima!
Cadere, surgere.