Como todos los post-evento, os traigo un breve resumen mezclado con impresiones personales de nuestra última participación gladiatoria en una recreación. En este caso, la Vulcanalia 2024, en Soria, organizada por la asociación Tierra Quemada. Vaya por delante la intención de destacar la amabilidad con la que hemos sido recibidos en Soria estos dos años (y lo bien que se come en el restaurante Goyo de Garray, que es donde nos facilitan las comidas).
Este es un evento al que acudimos por segundo año consecutivo y sigue siendo el que más dista, a nivel organizativo, de la gran mayoría a la que asistimos. Cosa que, personalmente, me agrada. Normalmente, como digo, en la gran mayoría de eventos que conocemos, se hace un programa de 3 o más días, de actividades encadenadas de muchos grupos de recreación distintos, en diversos emplazamientos de toda una localidad. Dependiendo del tamaño del lugar, si es un pueblo, una gran ciudad o los rangos intermedios que pueda haber, aumenta o disminuye el número de estos elementos, pero la fórmula es común. Este, el de Soria, (y quitando de la ecuación a Gilena, que tiene otras características ya de base), rompe bastante con esa dinámica. Os cuento:
Todo ocurre en el mismo lugar (en este caso, un parque), hay visitas con explicaciones que se pre-reservan por parte del público, dos veces a lo largo del día, aunque luego a nivel individual puede pasearse cualquiera a ver lo que allí pueda haber expuesto, y a la tarde-noche, las actividades propias de cada exposición, de unos 40 minutos de duración y espaciadas entre si, unos 20 minutos (entre la finalización de una y el comienzo de otra). Esto permite algo maravilloso: que los recreadores tengan tranquilidad, disfruten el evento y puedan ver las actividades de otros grupos, así como relacionarse con ellos.
Especifico esto porque, en muchos casos, los propios recreadores nos saturamos (en nuestro caso, hemos aprendido ya a no hacerlo), y nos comprometemos a hacer muchas actividades a lo largo del fin de semana, y al final no nos queda tiempo para cosas tan básicas como reposar entre actividad y actividad, poder mantener una charla tranquila con el público que es curioso o con otros compañeros, o poder ver actividades de otros grupos. Para el público tampoco es asumible ver las 100 o 200 actividades que a veces se plantean para un mismo fin de semana, y aunque solo quieran ver 2 actividades, tener que elegir por que estas están en la misma franja horaria, o muy lejos entre si para conseguir ver ambas enteras.
Dicho este pequeño halago a la organización, pasamos a nuestra experiencia y reflexión personal:
Este año llevábamos preparados dos tipos de espectáculo, uno más bien cortito, para las visitas de campamento que antes os cité, pues teníamos que ajustarnos 15 minutos. En estas, simplemente hicimos una pequeña demostración de como podría ser un entrenamiento de un gladiador, hipótesis que sacamos de los escritos y menciones de Filóstrato y la tetrada griega, de la cual, si queréis, podéis leer más aquí. El otro, bastante más largo, era una serie de combates a rendición, pero explicando el sentido de los mismos como combates funararios, rituales, que era la intención original de estos enfrentamientos, que podemos rastrear hasta el funeral de Patroclo en la Ilíada (podéis leer más sobre ello, también aquí.).
El primero suscitó bastante la curiosidad del público, que quedaba extrañado, en muchos casos, de que ya existiese una «rutina» de entrenamiento en época romana. Esta curiosidad fue aprovechada en muchos casos para enlazar con tópicos (como que todos los gladiadores eran esclavos, o que morían siempre en sus duelos) y desmentirlos.
El segundo, fue bastante especial. Tras un combate explicativo de las técnicas gladiatorias para entrar en calor, y un segundo combate a rendición entre Barbaricus y Hermes, los dioses rugieron y descargaron agua sobre nosotros. Una intensa lluvia apareció en cuestión de segundos, y allí donde había una cantidad grande de público, pasó a haber solo hierba. Nosotros, con el segundo combate terminado, y aún otro por hacer, nos pusimos a recoger y meter bajo una carpa todo nuestro material (hierro y agua se llevan mal), pero algo resonó dentro nuestra. Primero Barbaricus salió bajo la lluvia a reconciliarse con la arena en la que había luchado, y su ejemplo, como un rayo, nos hizo avergonzarnos a los demás «que clase de ofrenda de sufrimiento estamos haciendo, si no continuamos por el mero hecho de que llueve». Tras este reproche interno, que nadie dijo, pero todos entendimos, volvimos a equiparnos y salimos a luchar bajo la lluvia.
El público, allí presente, comprendiendo (tras una breve explicación previa a los combates, sobre la espiritualidad y la ofrenda que estos combates suponían) lo que allí pasaba, comenzó, tímidamente, a salir a la lluvia también (un apoyo que os agradecemos de corazón), y casi como por arte de magia, al poco de comenzar, igual de repentino que comenzó a llover, cesó.
Alguien que nos veía, intercedió, por que las ofrendas, sepamos verlo o no, siempre son escuchadas.