Hoy, tras haber publicado ya la reseña de su libro «mentalidad de gladiador», entrevistamos a su autor, Juan Miguel Bernat, un ingeniero reconvertido a psicólogo deportivo que ha entrado de lleno en el mundo de los gladiadores para traernos enseñanzas de aquellos luchadores al día de hoy. En esta entrevista profundizamos un poco más sobre el sentir personal del autor sobre el contenido de fondo del libro y conocemos sobre él. Sin más, la primera pregunta:
¿Cómo surgió tu interés por los gladiadores, por la figura del gladiador? Porque al final vienes del mundo de la ingeniería, fútbol… y de pronto gladiadores.
Mi primera profesión fue ingeniero, pero actualmente como me dedico desde hace ya cerca de 15 años a la psicología deportiva, particularmente el fútbol, pues eso, muchas veces uno lee estas metáforas que se hacen, incluso los entrenadores de “partido a vida o muerte”, “esto es una guerra”… Luego a veces lees el fenómeno de masas para calmar al pueblo, se asocia con lo de los gladiadores, los futbolistas como los gladiadores modernos… Entonces, pues bueno, como siempre me ha gustado mucho el mundo romano, me encanta, ya la filosofía estoica también, pues desde 2019 leía todo lo que caía en mis manos, y juntando esas constantes referencias entre gladiadores y futbolistas dije: “Oye, si los futbolistas son los gladiadores modernos y yo trato de ayudarles, pues voy a conocer mejor a los gladiadores.” Y me puse a leer, y como te decía antes, cualquier cosa que encontraba —parecido a ti, pero con menos cantidad— la compraba, la leía. Y a partir de ahí te va enganchando, y empiezas a darte cuenta, como tú muy bien dices en la página, de lo equivocados que estábamos los neófitos en este mundo, de lo que pensábamos o imaginábamos a cómo es en realidad. Y cómo es en realidad te engancha más aún que lo que te imaginabas.
¿En qué momento decidiste dejar la ingeniería y dedicarte a la psicología?
Pues mira, yo acabé de estudiar Ingeniería de Caminos e hice un máster. Y en ese máster había una parte importante de Recursos Humanos. Entonces fue la primera vez en mi vida, después de tanto número (porque al final Caminos es número, número, número), que oí hablar de la conducta humana, de la empatía, de ponerte en el lugar del otro, de cómo dirigir o liderar a las personas. ¡Ostras! Esto es un mundo nuevo para mí. Lo descubro y empiezo a profundizar.
Oye, pues ha estado muy bien en el máster. En aquel entonces —estamos hablando del año 2004— era cuando aquí en España empezaba a llegar la palabra “coaching”. Oye, pues yo quería profundizar, así que me matriculé en un curso de coaching. Y ahí ya tenía la parte deportiva y ejecutiva, por así decir. Y ahí ya conecto con la parte deportiva y digo: “¡Guau! Es verdad, si es que a mí el deporte toda la vida me ha apasionado.”
Pero es verdad que el coaching se te queda corto. Al final, el coaching para entender la conducta humana no es suficiente. Entonces quise seguir profundizando, y me matriculé en la carrera de Psicología. No pensando en trabajar de ello, sino por el placer de conocer. Y bueno, cuanto más me sumergía, más me gustaba. Llega un momento… Siempre digo que es como cuando estás con una novia y conoces a otra…
(risas)
Sí, sí, y digo: “Oye, que yo estaba muy bien, y no tiene nada de malo, pero ahora he descubierto esto otro… y esto es el amor de mi vida.” Y pues eso. Poquito a poco. Hay que reconocer que no fue un cambio brusco, que la gente no se lleve a engaños con eso de “sigue tu pasión y haz un cambio radical”. No. Hazlo con confianza. Todo lleva tiempo.
¿Qué te llevó a especializarte en psicología deportiva?
La verdad que sí, con los retos que tienen los deportistas. El mundo del deporte, si hay algo que engancha una vez estás dentro, es que los subidones y los bajones te los da cada semana. No me gusta comparar, pero en otros trabajos claro que tenemos nuestro día a día con alegrías o penas, pero el deporte es que… es una montaña rusa. Si te dejas llevar, es euforia cada domingo o desastre cada domingo. Ese superar errores, superar malos momentos, cada semana. Porque los deportistas de élite, al final, es cada semana: “Hoy no he jugado”, “No he sido titular”, “He jugado pero no hemos ganado”, “He perdido”. Entonces me enganchó, me enganchó.
¿Y cómo mantienes la estabilidad emocional dentro de esa montaña rusa?
Yo siempre digo: lo importante es que podamos mantener la confianza en nosotros mismos, porque el rendimiento no va a ser estable. Tú mismo, cuando vas a tus luchas, no vas a rendir siempre igual. Tendrás días mejores, peores. Dependerá de tu rival, del contexto, de ti mismo, si has dormido bien, cómo estás emocionalmente. Tu rendimiento puede variar, pero tú eres el mismo.
Es muy importante no ligar tu rendimiento a tu identidad. Ni eres un ganador porque ganas, ni un perdedor porque pierdes. Tú eres el mismo, con las mismas cualidades, aunque mañana tu rendimiento sea desastroso. Tenemos que aprender a juzgar nuestras conductas y no a nosotros como personas.
En tu libro se nota un gran trabajo de documentación. ¿Qué descubrimientos te sorprendieron más al investigar sobre gladiadores?
Buf… Muchas cosas. Por ejemplo, lo de la dieta de los gladiadores. Uno los ve en películas con abdominales y músculos marcados, pero resulta que tenían una pequeña capa de grasa, adrede, para protegerse de los cortes. El gladius, por ejemplo, era de 30 cm, mucho más corto de lo que uno se imagina. Lo de que vivían en escuelas con médicos, entrenadores, instalaciones… era todo mucho más profesionalizado de lo que pensaba. O que había gladiadores voluntarios, los libertos. O que se anunciaban los combates como si fueran espectáculos públicos. Todo ese mundo me fascinó.
¿Dirías que existe una “filosofía gladiatoria”?
Podría existir, sí. No sé si existió tal cual, pero claro que podría. En el libro utilizo el juramento del gladiador, que habla de soportar. Y eso como filosofía ya es muy potente. Es hacer algo con el fin de hacerlo, no por el resultado. Soportar. Ese enfoque sirve muchísimo hoy en día, sobre todo en el deporte.
Una constante en tu libro es el manejo de las emociones. ¿Qué consejo le darías a alguien que está en un camino duro y tiene esa vocecita interior que dice “no lo vas a conseguir”?
Aquí entra directamente la psicología. Tenemos miles de pensamientos automáticos al día, que no decidimos. No somos ese pensamiento. Lo importante es: 1) darse cuenta de que ha llegado y 2) recordar que tú no eres ese pensamiento. A partir de ahí, puedes razonar, cuestionarlo, compararlo con otras experiencias, buscar ejemplos. No se trata de reprimir el pensamiento, sino de ponerlo en su sitio, darle utilidad y no dejar que nos domine.
En el libro incluyes máximas y valores. ¿Crees que la sociedad de hoy trabaja bien los principios y valores?
No. Y me incluyo como padre. No lo trabajamos lo suficiente. Y son la base de todo. Tener principios y valores bien trabajados es lo que marca nuestra conducta. En vez de prepararnos para cada posible situación con miles de respuestas, lo que necesitamos es una brújula interna: quién quiero ser. Esa pregunta te guía.
También hay mucha presencia de filosofía estoica. ¿Cuánta influencia tiene en tu obra y trabajo?
Muchísima. Muchísima más de la que creía cuando empecé a escribir. Me sale sola, está impregnada en todo lo que hago. Tiene muchísimo de psicología cognitivo-conductual, se centra en la conducta, en lo que puedes controlar. Es oro puro. Y sí, al que le guste el estoicismo lo va a notar por todas partes.
Casi al final del libro escribes una frase muy potente: “La arena es EL lugar sagrado, no UN lugar sagrado.” ¿Por qué “el”?
Porque representa el momento en el que te conviertes en quien quieres ser. Es ese espacio que exige que suspendas todo lo demás y entres sabiendo quién quieres ser. Es un momento de transformación. Por eso es el lugar sagrado.
¿Por qué el lugar sagrado? Yo, para mí, el lugar sagrado aquí no es tanto espiritual como lo que hemos comentado tú y yo antes, fuera de la entrevista, en el sentido de, pues este es el momento sagrado en el que me tengo que transformar en la persona o en el gladiador, en el deportista que quiero ser. Entonces, ese es el momento en que, oye, suspendo todo lo demás, me transformo en esa persona, tengo claro quién quiero ser, y a partir de ahí… para mí sagrado quiere decir que lo respeto al máximo, entonces uso la palabra sagrado en ese sentido. En convertirte en quien quieres ser.
Eso es, ahora estás entrando en este lugar sagrado, este es el momento sagrado, quiere decir, oye, más te vale que mentalmente antes de dar ese paso lo des consciente, no es, entro aquí, venga, entro, vamos, no, no. Entras a un lugar sagrado, prepárate para ello, mentalízate, decide quién quieres ser, y entonces ya das el paso. No entres como si entraras a, pues al ludus cada día, o a la cantina, no, no, no.
En conclusión, entra ahí, y antes sé consciente dónde estás entrando, y prepárate, y decide conscientemente quién quieres ser en el momento estés ahí dentro.
Y otra frase muy poderosa: “Aguantar los golpes y continuar intentándolo.” ¿Cómo llegaste a esa idea como esencia del gladiador?
La descubrí en un juramento gladiatorio que leí en un texto. Y encajó perfectamente con mi experiencia con deportistas de élite. Antes de un partido importante ellos lo que imaginan es, pues utilizando un poco esta psicología positiva de que todo va a ir bien, de que venga, como eres tan bueno, todo va a ir bien, vas a meter un gol, tus acciones van a ser buenas.
Y para mí no es una preparación mental adecuada y correcta porque si luego empieza el partido y lo están pasando mal y tienen errores, no están preparados mentalmente. Entonces me gusta esta filosofía de gladiador por eso, porque es no, no, que es que vas a recibir golpes, que no te imaginas que vas a entrar ahí y como eres buenísimo vas a ganar fácil. No, no, que puede que ganes, pero que para ganar vas a tener que sufrir, cometer errores, llevarte golpes, sangre.
¡Guau! Entonces esa filosofía me fascinó y creo que es con la que debe afrontar un deportista de élite la competición. No pensando que todo va a ir bien, sino pensando que se va a llevar golpes, pero que va a ser capaz de soportarlos, revertirlos y llegar a su objetivo. Para mí eso sería mejor preparación mental.
Y hasta aquí la entrevista. Juan Miguel y un servidor hemos hablado una hora larga, y por que ambos teníamos otros compromisos que atender, si no hubiera dado más de si la entrevista, y aún así, muchas cosas quedaron en el tintero. Quizá esto pueda abrir la puerta a un podcast, o una videoentrevista para que podáis gozar de todos los consejos que Juan Miguel nos puede aportar desde el mundo de la psicología y que tan bien casan con nuestra visión de la gladiatura.
