Los arenarii del Papa
Muchos os estaréis preguntando que tendrá que ver los obispos, o la iglesia en general con la gladiatura más llá da las críticas que el estamento religioso dirigía al espectáculo de masas. Yo también me lo pregunté cuando hace tiempo me encontré con un estudio de Juan Antonio Jiménez Sánchez1 sobre la política en la antigüedad.
Pese a que hoy en día para la elección de un nuevo Papa, se hace un cónclave con su oportuna votación para dilucidar al nuevo jefe de la Iglesia Católica, no siempre fue así. Es bien sabido (y documentado está), que a los gladiadores se les daba uso fuera del anfiteatro como tropas personales. De hecho, llegó un momento en el que estaba tan proliferado este hecho, que se llegó a emitir una ley2 por la cual los senadores no podían contratar personalmente gladiadores, para evitar las refriegas políticas. Lo que no entra en la cabeza del neófito, es que estos cuerpos privados de gladiadores podían servir para pequeñas batallas entre obispos que aspiraban al papado. Y eso es lo que vengo a contaros hoy: la disputa de Dámaso I por el papado (aunque hubo más obispos empleando gladiadores en sus luchas de poder, como Silano de Cirta, o Marcelo de Apamea).
Pongámonos en situación. Estamos en el mandato del emperador Constancio, durante la cual los arrianos efectuaban una persecución sin descanso a los cristianos, auspiciados por el emperador. Este pidió a todos los obispos que condenasen a Atanasio por oponerse a los arrianos, y que así dieran el benelácito a la persecución. Muchos, por miedo, así lo hicieron, pero otros, entre los que se encontraba Libero (obispo de Roma) se negaron, enfrentándose así a un exilio. A este exilio le acompañaba una pequeña comitiva, entre los que se encontraba uno de sus diáconos, llamado Damaso. Al mismo tiempo que marchaba, todo el clero juraba ante el pueblo que no aceptarían a nadie que no fuese Liberio como su obispo. Mintieron. Poco tiempo después, el clero nombraba al archidiácono Félix como Papa. No tardó mucho el karma en actuar, pues estando el emperador Constancio presente en la ciudad dos años desués, el pueblo intercedió por Liberio y le dejó volver, exiliando el pueblo y el senado en su lugar a Félix.
Ocho años despues, durante el mandato de Valente muere Félix, perdonando Liberio al clero que había perjurado y acogiéndolos. Pasado poco más de un año, muere Liberio y aquí empieza el lío que nos atañe.
Los presbíteros y diáconos que habían sido fieles a Liberio se reúnen y proponen como obispo de Roma en sustitución a Liberio a Ursino, mientras que los presbíteros y diáconos que habían perjurado, proponen como obispo de Roma en sustitución de Félix a Dámaso. Después de ambas proclamaciones, es ungido como obispo de Roma Ursino, por parte de Pablo, obispo de Tívoli. Cuando Dámaso, en su ambición, se entera de esto, entra en cólera, y sobornando a los aurigas del circo y a una milicia formada por plebe, irrumpe en la basílica de Julio, donde se congregaban los seguidores de Ursino y se dedica a la matanza de seguidores de Ursino durante ni más ni menos que 3 días.
No contento con esto, una semana después, contrata a una brigada de gladiadores y venatores y acompañado de estos y de todos los perjurios se proclama, apoyado por los perjuros, obispo de Roma en la basílica de Letrán. Los seguidores de Ursino, que enterándose de la noticia, deciden refugiarse en la basílica de Liberio.
Todo esto pasaba gracias a los sobornos de Dámaso a personalidades jurídicas imperiales para que hicieran la vista gorda, ya que sacar gladiadores a la calle, requería de muchas ilegalidades. Con el control de Roma en este sentido, Dámaso se dedicó a la persecución de los seguidores de Liberio.
Armados los gladiadores, venatores, aurigas y plebe con hachas, espadas y bastones, pusieron sitio a la basílica de Liberio (actualmente es Santa María Maggiore), el 26 de octubre del año 366. Forzaron las puertas y les prendieron fuego para intentar hacerla ceder, y como esto era tarea ardua, algunos de los allí concentrados subieron al tejado para desmontar las tejas y tirárselas a los ocupantes, produciendo así las primeras muertes de esta batalla. Al ceder las puertas se produjo la matanza. Un nutrido grupo de combatientes profesionales como los gladiadores, ayudado por los fuertes aurigas y una masa de plebe enfurecida y fanática de Dámaso mataron si miramientos a muchos de los allí concentrados (hombres, mujeres y niños indistintamente), entre 137 y 160 según las fuentes3, más los que quedaron heridos y morirían seguramente horas o días después.
Estos hechos no pasaron inadvertidos, pidiendo a gritos el pueblo justicia al emperador, frente a la Basílica de Liberio. Las Gesta inter Liberium et Felicem, recogen que el pueblo aclamaba lo siguiente:
“Cristiano Emperador, nada se te oculta!Que vengan a Roma todos los obispos, que se abra una investigación, Dámaso ha causado ya varias guerras, fuera los homicidas de la sede de San Pedro”
No obstante, Dámaso (y los aristócratas que le apoyaban económicamente), recurrió rápidamente al soborno, ara que estas quejas no llegaran al emperador, surtiendo esta medida un efecto positivo para él, ya que Valentiniano I emitió un edicto por el que se desterraba a Ursino (que milagrosamente había escapado a la matanza gracias a sus fieles) y pidiendo al pueblo Romano dejar las cosas como estaban y no enfrentarse más.
Este hecho pasaría a la historia como uno de los más sangrientos dentro de las disputas internas de la Iglesia Católica, siendo curiosidad el uso de gladiadores en ella.
Notas:
1Obispos y Gladiadores, POLIS. Revista de ideas y formas políticas de la Antigüedad Clásica 23, 2011, pp. 89-114.
2Cod. Theodosiaunos 15·12·3 en e año 399 d.C.
3160 según las Gesta inter Liberium et Felicem, que cita todas las muertes en el bando de los Ursinos y ninguna en los Damasianos, y 137 cadáveres en total, según Amiano Marcelino (Res gestorum, XXVII, 3, 13). Personalmente le doy más veracidad a este último dato por dos motivos: Primero, las Gesta inter Liberium están claramente apoyando a uno de los bandos, mientras que Amiano Marcelino es pagano y se muestra escéptico con los dos bandos, y segundo, por que me parece sospechosamente extraño que los Damasianos no tuvieran ni una sola baja en un conflicto de estas magnitudes, siendo la única fuente que da posibilidad a muertes en ambos bandos la de Amiano Marcelino.
PD: En esta entrada veréis que hay menos notas a pie de página que las acostumbradas. Esto es por la sencilla razón de que me he basado principalmente en una fuente, que cuenta esta historia más o menos como la he contado yo aquí. Como no quería citar dad dos líneas para no hacer la lectura un engorro, os pongo la fuente del extracto exacto aquí: Gesta inter Liberium et Felicem, traducidas por Ramón Teja en «El cristianismo primitivo en la sociedad romana» Editorial AKAL (1990) pp. 188 en adelante.
Imagen de Cabecera: Mosaico del Papa Dámaso I