En el anterior artículo, os hablábamos de la parte técnica de nuestra gladiatura, el cómo entrenar y como aplicábamos la base de la biomecánica de los movimientos a esta parte pero, cerrábamos el propio artículo diciéndoos que eso no lo era todo para nosotros, ya que cuando salíamos a la arena, entraba en juego una parte más espiritual y trascendental. Hoy me dispongo a intentar explicaros ese componente tan esencial que es el símbolo identitario de Lucius, y el elemento a inculcar, a conseguir, en todo nuevo miembro, sin el cual, no es miembro de pleno derecho, por muy bien que luche.

No me es complicado de explicar, pero entiendo que quizá sea algo complicado de entender simplemente a través de un texto, ya que considero que es algo que se debe vivir, sentir, para entenderlo plenamente…así que quizá la mejor manera sea a través de una historia, mi historia.

Hace ya muchos años que “empecé” en la gladiatura. Corría el año 2009, básicamente hacíamos que nos pegábamos con unos palos de madera, sin mucho criterio. Con el tiempo la cosa fue evolucionando, tanto en formas como en materiales, equipándonos de una forma históricamente correcta, y haciendo coreografías de combates con golpes correctos dentro de lo posible, e incluso llegué al contacto real, luchando por asaltos y puntuando los impactos, independientemente de la fuerza que estos llevasen o la zona en la que impactasen.

Me lo pasaba bien, estaba contento con mi trabajo, divulgaba y el grupo crecía cada año más, tanto en miembros (aunque esto iba despacio) como en eventos y asistencia de público (esto creció exponencialmente). No obstante, luchaba más por ego que por otra cosa, y por la ilusión de divulgar algo de historia.

Cierto día en el 2014, conocí al grupo italiano Ars Dimicandi, y vi en ellos algo que nosotros no teníamos, que yo no tenía, y que me gustaría probar: lucha real a pleno contacto. Es decir, ellos no impactaban al rival, contaban el punto y paraban para volver con otro asalto. Ellos luchaban seguido, daba igual los impactos, las heridas, el dolor…luchaban hasta que uno se rendía o el público solicitaba que se parase.

Al principio me lo tomé con un paso más en la dificultad de esta lucha, como reto de superación, pero partiendo desde el EGO. Enfoqué todos mis esfuerzos a mejorar este aspecto, pero nadie me seguía, en el sentido de que nadie quería llegar a ese nivel de lucha. Casi sin quererlo, o más bien, sin esperarlo, en el año 2019 tuve la suerte de poder luchar con Ars Dimicandi. Me lo tomé como un reto a superar, pero de nuevo, partiendo del ego. Quería demostrar que era capaz de dar ese nivel de lucha, y allá que me fui. Técnicamente daba la talla, no destacaba por bueno entre ellos, pero tampoco por malo, estaba en una suerte de promedio, pero desde luego, no luchaba por lo mismo, aquella experiencia cambió por completo mi visión de la gladiatura.

Sufrimiento. Ofrenda. Estas dos palabras fueron la clave de todo. Allí se luchaba para ofrecer el sufrimiento personal al público, para demostrar que pese a las dificultades, pese a las heridas, pese al dolor, uno es capaz de levantarse y seguir luchando.

En aquellos combates, no se ganaba a un compañero, o se perdía ante otro gladiador, aunque esto sea algo que pase, si no que se entra en un ritual, que se parece más a un baile. Ambos gladiadores han de brillar. Si me caigo, me levanto, si mi rival se cae, le permito levantarse. Si estoy débil, voy a seguir, si mi rival está débil, voy a honrarlo no bajando el nivel, por que lo contrario, sería ofenderlo, no considerarlo un rival.

No todo el mundo que me he encontrado desde entonces comparte esta visión, y quizá esto sea una de las causas por las que el crecimiento en n.º de gladiadores es lento, pero sin duda, es algo que es identirario de Lucius, y llegó para quedarse en el momento en el que lo experiencié. No solo eso, si no los que han entrado a formar parte de Lucius de pleno derecho, tarde o temprano, así lo han entendido también. No porque yo se lo contase, si no por que lo han experienciado también, y es que esta espiritualidad de la que os hablo, os la puedo contar, pero solo se entiende cuando se vive, cuando llega el momento clave, en el que esa chispa, que uno ya lleva dentro, encuentra la gasolina que la convierte en un fuego que ya no puede dejar de arde.

En cierto modo, esto me conecta con los orígenes primigenios de la gladiatura, cuando esta era un ritual funerario, en el que, de nuevo, se ofrecía el sudor, el dolor y la sangre, como tributo a un ser querido que había fallecido. Qué mejor manera de entender la función de una lucha así, que recorrer este camino espiritual a través de la lucha.

No sé si habré conseguido dar a entender la visión espiritual de Lucius Spiculus, pero espero haberlo hecho aunque sea en una mínima parte.

Hasta el próximo artículo.