El artículo de hoy pretende explicaros un poco el significado de la famosa frase panen et circenses, y es un refundido con añadidos propios de un texto de Eckart Köhne.

No cabe duda, a día de hoy, de que las luchas de gladiadores fue uno de los espectáculos más demandados del mundo romano. Estos aparecieron por primera vez en el año 264 a.C. en el funeral del Décimo Junio Pera1, y aunque las fuentes escritas no nos dejan apenas testigo de estas luchas (2162 en el funeral de Marco Emlio Lépido, en el 206 los celebrados por Escipión el Africano en honor a su padre y a su tío3; y en el 183 en el de Publio Licinio4), pero la academia presupone que se darían como ceremonia fúnebre durante este tiempo, en estructuras desmontables de madera en el Foro Boario.

El caso es que, poco a poco, este momento fúnebre fue aprovechado por las familias que los pagaban como muestra de poder y prosperidad, debido al costo de organizarlos (cada vez con más parejas de gladiadores), convirtiéndose en el espectáculo que hoy día conocemos y relacionándose con la política ya para siempre.

Y aquí es donde vamos a pararnos en el artículo de hoy: el gasto político en el panem et circenses. Cierto es que ya con el teatro5 y los banquetes públicos6, la élite romana venía gastando importantes fortunas para sacar a relucir su nombre, hasta tal punto, que hubo que limitar estos gastos por arriba para cortar la extravagancia. En los juegos gladiatorios no iba a ser menos, y hubo la tendencia a siempre ofrecer algo mejor que el anterior, lo que llevó a que los precios de organizar un buen munera subiesen, y también hubiese emperadores que regulasen este mercado, como pudo ser Marco Aurelio7.

Quedar a bien con el pueblo, ofreciéndoles pan y circo, como bien reza el refrán, era algo muy importante en la carrera de un político, como venimos diciendo. El estado, muchas veces, ponía una parte del costo de los juegos, que había de ser completado del bolsillo personal del cargo político que los ofrecía. Quizá a día de hoy nos sea difícil de entender esto, pero en el sistema político romano tenía todo el sentido.

Para acceder a las clases sociales que ostentaban poder político, había que tener una fortuna bastante considerable, lo que dejaba fuera a mucha población. Una vez dentro de esta clase social, al final las opciones, pese a llegar a ser 900 senadores en algunos momentos de la historia, caían dentro de unas pocas familias. Entre el 218 y el 108, una tercera parte del senado provenía solo de 8 familias8. Su poder y riqueza era comparable al de cabezas de estados helenísticos, por ejemplo.

Los candidatos a puestos políticos de importancia, eran elegidos por el pueblo, en un sistema un tanto complejo. Para entendernos ahora, el caso es que no presentaban un programa político como se hacía actualmente, no existían los partidos políticos en un sistema como el moderno, si no que básicamente se procuraba obtener los objetivos políticos ayudados por el senado (optimates) o por el apoyo del pueblo a través de sus tribunos (populares).

Para obtener este apoyo, se dejaban grandes sumas en donaciones de distintos tipos hacia el pueblo, que votaba por districtos, no individualmente. Entre ellas, estaban el reparto de grano (panem) y la organización de juegos (circenses).

Pero no solo esto, si no que en algunos casos, estos “sobornos” al pueblo, venían en forma de construcción de anfiteatros. El caso más notorio es la construcción del Anfiteatro de los Césares (conocido como el Coliseo, en Roma), por parte de la dinastía Flavia, pero hay más ejemplos.

Citaré solo uno más, para no eternizar el artículo. En el año 589 a.C. Marco Emilio Escauro ordenó construir un teatro de madera que se hizo especialmente famoso, y no era para menos: el muro del escenario estaba adornado con pillares y estatuas de mármol africano, y los adornos del mismo estaban hechos en cristal, oro, varios tipos de mármol e hilos de oro. Esta construcción le dio réditos políticos durante varios años, hasta que lo exiliaron por soborno. El mismo Cicerón lo alabó por la ventaja política que consiguió.

Como veis, la frase panen et circenses explica muy gráficamente como los juegos se convirtieron en una herramienta política para conseguir el voto de la gente, y por la cual los postulantes a un cargo político, estaban dispuestos a dejarse fortunas tan grandes, que hasta el estado se vio obligado a poner límites (pues el estado pagaba parte de estos juegos).


Notas:

1Tito Livio, periochae 16; Valerio Maximo 2·4·7.

2Tito Livio. Ab Urbe Condita XXIII· 30

3Tito Livio, Ab Urbe Conditia 28·21, aunque en este caso, no fueron “gladiadores” propiamente, si no dos voluntarios de una tribu íbera que lucharon en un duelo durante el funeral póstumo.

4Tito Livio . Ab Urbe Condita XXXIX·46

5Tito Livio,Ab urbe condita 7·2

6Köhne, E. (2000) “Bread and Circuses: The Politics of Entertainment” en Gladiators and Caesars : the power of spectacle in ancient Rome, pp13-14. British Museum Press

7Tenemos en nuestro Museo Arqueológico Nacional una tabla en bronce hablando precisamente de esto, y limitando los precios. Podéis verla aquí

8Köhne, E. (2000) “Bread and Circuses: The Politics of Entertainment” en Gladiators and Caesars : the power of spectacle in ancient Rome, p-14. British Museum Press

9Köhne, E. (2000) “Bread and Circuses: The Politics of Entertainment” en Gladiators and Caesars : the power of spectacle in ancient Rome, pp-15-16. British Museum Press